Entre picotazos blancos y señales moradas
su triste y negra infancia vomitó;
mientras pintaba paredes que la lluvia pudrió
sus miedos afloraron como fieras acorraladas.
Su roja sangre se convirtió en Ginebra de Bar,
su blanca sonrisa en hoja de frío cuchillo,
penetrando la vida tan frágil como la de un niño
con el quebrado sonido de su muerte al galopar.
El cáncer de su corazón se transformó en mujer
mujer que arropaba su miedo al caer la noche
la misma que le abrazaba de dolor y no le dejaba crecer
Un crujir a madera podrida se oyó a lo ancho de la ciudad
entre gente y murmullo ya no pudo salvar
el balanceo y lento caminar, de su pobre soledad.