Las ocho campanadas de la puerta del sol me despertaron del profundo letargo del cual mi cuerpo estaba inmerso.
Hace un día primaveral en el Madrid de las oportunidades o eso me dijeron cuando tomé la decisión de venir con mi familia y dejar mi tierra y convertirme en otro muñeco roto con unos sueños efímeros.
Sueño, palabra de cinco letras tan sencilla de pronunciar y a la vez tan difícil de poder realizar.
El sueño, eso es lo que me hizo venir a Madrid, el sueño para establecer a mi familia, para dar una educación a mis hijos, para crecer como persona y hacer feliz a mi mujer, todo eso es lo que me hizo arriesgarme a tomar la decisión más importante de mi vida.
¿Y qué sucedió? , pues muy sencillo, que los sueños se convirtieron en pesadillas y mi vida en un gran castillo de naipes bañado por el alcohol, la traición, las injusticias y porque no decirlo, por mi ingrediente estrella, por un poco de mala suerte. Pero tiempo al tiempo, los detalles más adelante.
Empecé a recoger mis sábanas de cartón, las puse debidamente dobladas junto al contenedor de reciclar el plástico y comencé a caminar hacia mi triste y desolador día.
Mi primer destino era el Centro de Día llamado “Puerta Esperanza” de la calle Alcalá, allí es donde se hacia el mejor café de todo Madrid.
Esa mañana el comedor estaba abarrotado y la cola daba la vuelta a la manzana, era demasiado tarde y creo que me desperté en la campanada equivocada.
Pasada una hora llegó mi turno, como siempre, allí estaba ella, sonriente, bella , radiante como si estuviera sirviendo al mismísimo ministro.
- Buenos días Daniel!!!
- Buenos días Lola, ¿Qué tal estás?
- Muy bien, aquí como cada día, ya me conoces ¿Y tú? ¿Cómo has pasado la noche?
- Bien, asentí, un poco incomodas las sabanas de satén, pero bien…
Ella sonrió, me encantaba verla reír, era una mujer no demasiado atractiva pero su sonrisa era cautivadora, realmente era lo mejor del día, ella, su sonrisa y esos ojos llenos de vida, vida que yo no tenía.
- Por cierto, ya estoy acabando el libro que me recomendaste Daniel, hoy lo acabo, y mañana lo comentamos…
En mi vida real (porque pienso que mi vida actual tiene que ser una pesadilla) trabajaba dando clases de Literatura en la Universidad Autónoma de Barcelona y pese a mi actual aspecto desaliñado y descuidado, todavía no se me ha olvidado leer.
El problema que tengo ahora es que no me dejan entrar en las Bibliotecas Públicas, pese a que como su mismo nombre indica son públicas.
Debido a este problema, tengo un “trato” con mi particular Dulcinea la cual me deja algún que otro libro y alguna otra revista pese al riesgo que corro, ya que mis compañeros de callejón en vez de ver Literatura ven combustible para pasar las frías y eternas noches de Invierno.
- Por lo rápido que estás leyendo, creo que te está gustando ¿No es verdad?, le dije yo...
- Sí, la verdad es que está muy interesante, lo que pasa es que me cuesta mucho leer a Calderón, es normal ¿verdad?
- Si, tranquila, ya te acostumbras, al principio es normal
La magia se truncó cuando un grito que surgía de la cola vociferó que tenía hambre y eso me recordó donde me encontraba, la cola avanzó y la cara angelical se perdió en el mostrador de las magdalenas....